Los ponientes olvidados

Los ponientes olvidados

Alfredo Alzugarat


Entre febrero de 1972 y enero de 1974 Amanda Berenguer escribió dieciséis ponientes – dieciséis poemas elaborados a la luz de ese fuego que descendía del cielo en el horizonte, dieciséis poemas inspirados por ese silencioso espectáculo junto al mar- que la poeta decidió no incluir en su libro Composición de lugar. No conocemos las razones que la impulsaron a esa decisión y es otra aventura -como la suya- el querer indagarlas, aunque eso quizá sea lo menos importante. No se puede soslayar, sin embargo, que la poeta fue también testigo de estos atardeceres postergados en el tiempo y luego olvidados en un cajón, los experimentó en carne propia, los disfrutó o los sufrió, y ellos a cambio también le entregaron –como los otros, como los que dio a conocer- palabras, versos, experimentación en el tiempo y en el espacio, composición, empujes del alma.


Ignorados en el grueso volumen de Constelación del navío, la antología que reunió la mayor parte de su obra poética, finalmente hallados en su Archivo más de una década después de su fallecimiento, no contienen estos poemas las tres versiones que Amanda señala en el prólogo de su libro,1 carecen de la desestructuración que surge del cultivo de la poesía cinética y permanecen ajenas al desafío de la palabra en el espacio. Es posible que la decisión de no incluirlos en el texto definitivo dejara de lado esa búsqueda, esa reordenación y “modificación radical del lenguaje” que la poeta nos regalara en el caso de los diecinueve poemas que prefirió. Los amantes de la poesía visual lo lamentarán. No obstante, como en el caso de los otros poemas, podemos asegurar con firme convicción que estos responden claramente al tema central que ella señalara para su libro, que se trata de auténticas reflexiones vibrantes a la luz del crepúsculo, “escritas en el tiempo que dura un poniente sobre el mar”, nacidas espontáneamente “entre algunos minutos antes y algunos minutos después de la caída del de sol“, según sus propias palabras.

Podemos sospechar que para la poeta debió haber más de un criterio de selección a la hora de publicar su libro. La lectura de estos nuevos ponientes nos permite suponer que a las razones puramente estéticas o subjetivas, sin duda presentes, la obligada autocensura a la que debió recurrir mucha intelectualidad que permaneciera en el país durante el período dictatorial, haya decidido también la suerte de algunos de estos poemas. A propósito, escribe Amanda Berenguer en su “Autobiografia”:

Estamos en el Cono Sur, muy abajo en el globo terráqueo, y hemos tenido nuestros propios -¿propios?- cataclismos, por ejemplo una despiadada dictadura militar a lo largo de 11 años (1973 – 1984). En ese momento la palabra, peligrosa subversiva, fue censurada, perseguida y condenada hasta la muerte en la hoguera. Se quemaron libros y otros cayeron en el anonimato de una fábrica de pasta de papel (…) Publiqué entonces por primera vez con seudónimo, y creo que no se repetirá, una pequeña serie de poemas en la revista uruguaya Maldoror… Los textos se titulaban “Conversación habilitante y derivados”, y el seudónimo era Elsa Saffons2. ¿Por qué este seudónimo? ¿Autocensura? Los poemas no eran políticos, y sin embargo había miedo intenso en el aire que respirábamos. La fuerza y la violencia generan miedo, y no me da vergüenza confesarlo. La lucha contra el miedo crea anticuerpos, una forma de asistencia sostenida, memorizante, contra el sistema de terror impuesto. 3

Composición de lugar se publicó en 1976. Si bien los poemas de Elsa Saffons fueron dados a conocer dos años después, tenemos que suponer que el sentimiento de desolación y terror, según se desprende de los recuerdos de su “Autobiografía”, era el mismo cuando dio a conocer su libro. Es más, entre 1966 y 1972, Amanda Berenguer escribió una serie de poemas desafiantes, hasta aguerridos, fiel a mucha literatura de aquellos años, que la mostraban como una poeta que vivía intensamente el momento político y social que atravesaba el país. Poemas como “Serán juzgados”, “Liberarse”, “La lucha”, “La presencia” (dedicado a Ernesto “Ché” Guevara), “Situación 72”, reflejan explícitamente su sentir.4


La Amanda que se lanza a interpretar atardeceres, a comulgar con ellos, no cabe duda que lo hace compenetrada del contexto de aquellos años, empapada en las circunstancias que entonces rodeaban su cotidianeidad. El poder de la autocensura, no obstante, ha llevado a que, por ejemplo, Dovilé Kuzminskaité lea la obra como una respuesta negacionista de la realidad del momento. Su estudio concluye en que el carácter polifónico de la poesía visual lleva a un destino que es frecuente:

el sinsentido. En Amanda Berenguer este rasgo podría estar asociado (también) con la época en la que se publicó el libro: 1976, porque el año 1975 en Uruguay fue el año más represivo de la dictadura, con lo cual este sinsentido podría entenderse como un contra-lenguaje o un movimiento voluntario para alejarse de todo tipo de discurso y de realidad y crear así un nuevo mundo: el mundo de la escritura.5

En cambio, con más acierto, la argentina María Lucía Puppo, que ha analizado a través de varios ensayos la trayectoria poética de Amanda Berenguer, advierte aún en los ponientes publicados, apenas solapado en el universo metafórico, la presencia tangible de una angustia contenida pero igualmente doliente y constante en el alma de la poeta.

Afirma Puppo:

Como las distintas vistas de la Catedral de Rouen pintadas por Monet, los ejercicios de Berenguer confrontan al espectador- lector con la dialéctica silenciosa de la continuidad y el cambio, lo esperado y lo sorpresivo, la angustia por lo perdido y la espera de lo que vendrá. Pero además, como lo revela ya la lectura del primer poniente, detrás del tópico se dibuja una isotopía que apunta hacia otro eje temático: la violencia y el “terror” que ella instala. (…) Lejos del idilio apacible, las imágenes de la naturaleza que atraviesan los poemas exponen el dolor y el miedo: “cerca mueren las hierbas” (283); “se hundió el cuchillo” (296) sobre “el agua ciega violada” (284). Se describe el atardecer como “un incendio” (291), el espacio como “una boca/ensangrentada” (287) y la línea del horizonte como un “muro final” (320). Con “los dientes de la noche” (311) sobreviene una época oscura donde “se derrumba quien soy /todo se derrumba” (299). Allí dominan “la sombra el engaño / las pesadillas los murciélagos” (295), y junto al río invisible de los caídos se adivina “otro espectro” (285).6

En los poemas inéditos esta concatenación de imágenes violentas, que estremecen y la estremecen, aflora a la superficie con una fuerza más explícita, más directa:

Poniente del sábado 10 de noviembre de 1973: “un inaguantable ojo fijo/ mira a los fusilados/ a los colgados/ a los presos a los torturados/ verlo de frente / sería la gloria la vida/ el eje elástico presente/ en la amplitud de su verdad/ pero miente la transparencia…”


Poniente del lunes 23 de noviembre de 1973: “el olor a mosto a sal y a sangre/ cuaja en la tinaja agua de mar/ se oyen ayes y quejidos/ y no se sabe nada/ tenemos miedo mientras parpadean…”

Una atmósfera de visiones dantescas, de tonos sombríos, mortecinos, netamente crepusculares, tiñen a estos poemas. Abundan las alusiones a la sangre, al miedo, a los muertos silenciosos, al terror imperante, aunque nunca deje de aparecer, como sucede también en varios de los ponientes publicados, la esperanza de un nuevo amanecer:

Poniente del jueves 24 de enero de 1973: “El camino parece no tener fin/ paso a paso lo recorremos/ inventando la duda/ para poder alcanzar/ después de este túnel largo/ el agujero de la aurora.”

Por más reductora que pueda parecer esta clave de interpretación, no se la puede ignorar. Leído de ese modo, Composición de lugar queda hermanado a otros textos publicados en esta etapa que contaron también con el escudo protector del lenguaje figurado. Podríamos señalar por ejemplo a Fe de remo, poemario dado a conocer en 1983. Gladys Castelvecchi, su autora, también perteneciente a la Generación del 45, había frecuentado el hogar de los Díaz Berenguer, la mítica casa de la calle Mangaripé, acompañando a quien sería luego su esposo, el escritor Mario Arregui. Fue luego encarcelada en el Penal de Punta de Rieles en 1976, el mismo año en que se publicaba Composición de lugar. En Fe de remo, la historia bíblica, los libros de Antiguo Testamento, le permitieron construir a Castelvecchi una alegoría posible de asimilarse como una condena al despotismo, la barbarie y el terror de aquellos años.

“Ponientes sobre el mar y una noche”, pensó llamarle Amanda a lo que sin duda fue una primera versión de una colección de poemas que iría creciendo a lo largo de las fechas y las circunstancias. Por el orden establecido se deduce que los dos primeros pertenecen a 1972. Es hora de darlos a conocer.
El acto tan repetido de publicar lo que no se quiso publicar en su momento, puede ser entendido en todos los casos como una traición al autor. De hecho, es un deliberado quiebre a su voluntad. Desenterrar lo olvidado en cajones ajenos o, dicho de manera más simpática, recuperar lo que ocultan los archivos personales, los escritos que se conservan aún después de la vida, encierra siempre dudas e interrogantes. Y resulta una excusa a medias pensar que no hay traición porque el autor no destruyó su obra, porque la dejó escondida, quizá hasta con la secreta esperanza de que otro diera a conocer lo que él no quiso o no se atrevió. Pero, ¿por qué se publican entonces estos textos? Sencillamente porque la cultura y el público lo exigen, aun sin decirlo o saberlo. Porque todavía se quiere leer nuevos poemas de Amanda Berenguer, porque siguen siendo felizmente bienvenidos.

Hasta investigarlos, reflexionar sobre estas piezas, puede significar una felonía. Sin embargo, estos ponientes, tanto como los otros, los publicados, nos permiten una vez más evocar a la poeta. Evocarla eludiendo dunas de arena, caminando hasta llegar a la orilla pedregosa donde mueren las olas, para mirar con profunda delectación ese “plomo derretido”, esa “sola fruta fugaz”, ese “árbol incandescente”, esa “cabeza cortada en el filo del agua azul marino”. Podemos pensar en su figura impávida, en su mirada, o quizá en la velocidad de su escritura para conectar el fuego del crepúsculo con el fuego de su interioridad, el esplendor de la naturaleza con el de su pensamiento. Y podemos imaginarla a su regreso, ya entre dos luces, llena de sol y poesía. Evocarla sí siempre es lícito, valedero y necesario.

Posdata. Acompaña esta edición un ensayo testimonial de Álvaro Díaz Berenguer, que a través de una entrañable mirada afectiva explora la génesis creadora y las múltiples determinaciones que inciden en ella, la coyuntura histórica pero también la concepción del tiempo y el espacio, el lenguaje pero también la ciencia y las matemáticas. Muchas de estas inquietudes persisten en la lírica de Amanda Berenguer hasta sus últimos libros, lo que vuelve oportuno la publicación por primera vez del texto de presentación, por Daniel Gil, del poemario La botella verde (1995).

Notas

1. En entrevista concedida a Miguel Ángel Campodónico en 1984, Amanda clasificó esas tres versiones como la inmediata, luego la abstracta y por último, la gráfica. (EMI, pág. 62)

2. Los poemas de “Conversación habilitante y otros derivados. Trazo y derivados” fueron posteriormente publicados con su nombre en 1980, en Buenos Aires, en la antología Poesías (1949 – 1979).

3.EMI, pág. 161.

4. Esta serie de poemas se publicaron alrededor de treinta años después al incluirlos en su antología Constelación del navío (2002) bajo el sugestivo título “Tocando fondo”.

5. Kuzminkaité, D.

6. Puppo, M.L.

Bibliografía

Berenguer, Amanda. El monstruo incesante. Expedición de caza. Montevideo : Arca, 1990.
.--------- Constelación del navío. Poesía 1950 – 2002. H editores, Montevideo, 2002.

Kuzminskaité, Dovilé. Amanda Berenguer: géneros entretejidos. Anales de Literatura Hispanoamericana, vol. 43, Núm. Especial 47-55 (2014). Disponible en: 
http://letrasuruguay.espaciolatino.com.amanda_berenguer.. y https://pdfs.semanticscholar.org/9c01/a18784b0a04af36f4350d4259ecda99b1e21.pdfy

Puppo, María Lucía. Teoría y práctica de la poesía cinética en Composición de lugar (1976) de Amanda Berenguer. Disponible en línea: https://www.academia.edu/37649265/Amanda_Berenguer_Composici%C3%B3n_de_lugar_pdf y https://erevistas.uca.edu.ar/index.php/LET/article/view/1679

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