Silva Valdés en sus palabras

Retrato de Fernán Silva Valdés en el año 1923

Retrato de Fernán Silva Valdés, año 1923.

Nací en Montevideo...

Manuscrito original, año 1927. 

Silva Valdés en sus palabras

Fernán Silva Valdés nació en Montevideo el 15 de octubre de 1887. Sus padres fueron María Juana Valdés Muñoz y Fernándo Silva Antuña, escribano público de profesión. Si bien nació en la capital, vivió su infancia en Sarandí del Yi, donde su padre trabajaba. A su nacimiento sucedieron, en 1890 y 1891, los de sus hermanos Julio y Amira Silva Valdés, respectivamente. 

Los años vividos fuera de Montevideo y la influencia de sus abuelos gauchos, como él los llamó en Autobiografía, fomentaron su amor por el campo. A modo de testimonio de esos años infantiles escribió los siguientes versos:

Romance de mi infancia

Pueblo Sarandí del Yi
acollarado a mi infancia,
en mi borroso recuerdo
tengo, patente, mi casa:
un caserón primitivo
con sus tejas coloradas
atado por un sendero
al gran árbol de la plaza.

Mi padre siempre escribiendo
en hojas inmaculadas;
mi madre con su costura
toda rodeada de hilachas.
La peona cebando mate
en una gran calabaza;
un mulato me mecía
entre dos tragos de caña;
y para mi boca niña,
para mi boca paisana,
no había más caramelos
que el canto de las calandrias.

Tenía que salir cantor
de las cosas uruguayas
quien tuvo padres y abuelos
criollos en cuerpo y en alma;
y vivió en un pueblo gaucho
varios años de su infancia;
y tuvo por digno ayo
mulato de aquella laya,
y tuvo por caramelos
el canto de las calandrias.

El Archivo Literario de la Biblioteca Nacional conserva un manuscrito original, datado en 1927, que aquí reproducimos, en el que el escritor hizo una síntesis de su vida hasta ese año. Mucho después, en 1958, escribió unas páginas exquisitas para la Revista Nacional tituladas Autobiografía, en las que explayó la narración de su devenir vital y literario. Completó el relato en una segunda entrega que se publicó en el número 200 de la misma revista, en abril-junio de 1959.

Leer atentamente ambos textos es un ejercicio revelador, porque en ellos se constata que para 1927 ya habían sucedido las experiencias que delinearon el perfil del autor, puesto que las confirma, cincuenta y un años después, en Autobiografía. Esas experiencias comprenden: la infancia en Sarandí del Yi, su educación en buena medida autodidacta, el orgullo de pertenecer a familias criollas, el pasaje por el empleo público, su gusto por el campo que incluye excursiones a caballo y la práctica de la guitarra y el canto, aspecto que cifra de este modo: «Admiré a los gauchos hasta querer serlo». En cuanto a las lecturas que consideró determinantes, encontramos dos polos, el de la literatura gauchesca de José Hernández y Estanislao del Campo y el de la poesía modernista de Rubén Darío y Julio Herrera y Reissig.

Otro elemento que ya estaba presente en el manuscrito de 1927 y que luego recogió y amplió en la Autobiografía es lo que llamó, de un modo eufemístico, «enfermedad». Este evento fue un verdadero parteaguas en su vida y en su escritura. En sus inicios, Silva Valdés publicó dos libros de imitación modernista, Ánforas de barro (1913) y Humo de incienso (1917) y durante estos años, un poco a la manera de Alonso Quijano, imitó la vida literaria que lo llevó a conocer los «paraísos artificiales» de la morfina, por la que desarrolló una fuerte adicción. Su dependencia era tal que la familia decidió hospitalizarlo.

Entonces se reunió un consejo de familia y amigos íntimos, con asistencia del Dr. Arturo Lussich, quien asistió a mi padre al morir, habiendo sido por muchos años el médico de la familia; y por consejo suyo me llevaron a un hospital en Santa Lucía, dirigido por el Dr. Santín Carlos Rossi; puesto que necesitaba no sólo aventar las drogas sino también nutrirme de campo (1958:19).

Silva Valdés califica a la vida de los años 1915-1919 como una «penuria terrible» (1958:19). La internación da como resultado la recuperación de su salud y una suerte de conversión radical que se manifiesta en el retorno a los gustos de la juventud y en el nacimiento de su voz nativista. Entre 1919 y 1921 nace el poemario Agua del tiempo.

Humo de incienso (1917)

Humo de incienso, 1917. Portada y pórtico.

Humo de incienso, publicado en 1917, continuó por la senda del modernismo. Un año antes había fallecido Rubén Darío, quien ya en Cantos de vida y esperanza (1905) ensayaba otra etapa poética. A nivel local habían fallecido Julio Herrera y Reissig, en 1910, y Delmira Agustini, en 1914. El modernismo llegaba a su ocaso.

En esta ocasión, el ejemplar conservado está dedicado, de puño y letra del autor, a Juan Andrés Ramírez, director en ese momento del diario El Plata. Tanto el diseño de portada como el nombre del poemario remiten a la imaginería de fines del siglo XIX y su gusto por lo exótico.

En 1971, Arturo Sergio Visca incluyó tres poemas de este libro en la Antología de poetas modernistas menores y en el prólogo justificó el rescate de la siguiente manera: 

[...] Estos dos libros [Ánforas de barro y Humo de incienso], sin embargo, y no obstante evidenciar a un poeta fuera de ruta que se complacía en motivos, ritmos y armonías ya sin curso en esos años no dejan de traslucir un talento poético indudable. Posee destreza en el manejo del verso, muestra inventiva poética, atrapa imágenes brillantes, aunque todo eso, y no podía ser de otro modo en un mero epígono del modernismo, es más juego poético que creación auténtica (p. LXIV).

Los poemas de Silva Valdés que Visca eligió para ilustrar la clausura de este período son: «Humo de Opio. En loor a unos ojos verdes», «Humo de opio. En loor a una mujer morena» y «Tú. (Galop extravagante)». Incluimos aquí algunos versos del primer poema con el doble propósito de ilustrar esta segunda etapa en la escritura del autor y ofrecer el ejemplo que sirva de contraste con su etapa nativista.

Yo sufro el sueño verde de una mujer divina,
císnea por su blancura, Junia, Jupiterina.

Para evocarla uso un gesto y un anillo.
Se insinúa entre el humo azul de un cigarillo.

Silva Valdés en sus palabras