La sentencia de Herrera y Reissig

Alfredo Alzugarat

El conflictivo vínculo en Uruguay entre la literatura y el deporte, más concretamente entre la literatura y el fútbol, parece en las últimas décadas hallar una resolución positiva. Desdeñado en sus comienzos y por muchas décadas, resultaba curioso, en un país donde la afición al fútbol es un signo relevante de su identidad nacional, su aparición intermitente, por no decir ausencia, en el mundo de las letras. Con raras excepciones, era hasta hace poco un vacío para muchos inexplicable.

Literatura y Fútbol

Franklin Morales. Literatura y fútbol (1969)


En 1969, cuando Franklin Morales encara quizá por primera vez el tema [1], insiste en preguntarse: "¿A qué se debe esta prescindencia? ¿Qué razones trazan ese antagonismo fácil de advertir entre fútbol y literatura?" Y se respondía: "Parece haber un generalizado sentimiento de subestimación. Y si algunos intelectuales concurren los fines de semana a los partidos, como sucede frecuentemente, durante los días hábiles esconden pudorosamente su pasión". A renglón seguido citaba a Eduardo Galeano: "Algunos intelectuales "niegan los sentimientos que no son capaces de experimentar ni, en consecuencia, de compartir: sólo podrán juzgar al fútbol con una mueca de disgusto, asco o indignación" [2]. Rendido ante la supuesta orfandad, Franklin Morales optaba entonces por estudiar el vínculo, más sólido y estable, entre prensa y fútbol, no sin dejar de señalar los escasos momentos en que los intelectuales o la literatura atendieron a este deporte, mencionando el conocido cuento "Puntero izquierdo" de Mario Benedetti, el polirrítmico de Juan Parra del Riego a lsabelino Gradín, y el texto de Horacio Quiroga sobre el suicidio de Abdón Porte en el Parque Central [3].


Había más para señalar. Morales se olvidaba de Juan María Delgado, poeta, médico y político, y de Pedro Leandro Ipuche y su "Canto a Piendibene". Galeano, a su vez, en su libro Su majestad el fútbol, distaba de completar el panorama, si bien incluía también alguna crónica de Carlos Maggi [4], proveniente de una familia futbolera (su padre fue dirigente de Peñarol) y creador de “cachadas deportivas” en su juventud, y a Juan José Morosoli por su brevísimo relato “Cosas del pueblo”. Quedaba sin señalar Manuel Flores Mora y su nota especial para Marcha titulada “La pelota es la pelota y Uruguay es su profeta”, publicada pocos días después del triunfo en el Mundial de Fútbol de 1950 [5], un fragmento de la crónica Pueblo de los Pocitos, de Guillermo García Moyano, donde se cuenta de Piendibene, y otros textos más, como ya se verá. Estas excepciones, aunque lejos de anularlas, vulneraban las afirmaciones compartidas por Franklin Morales y Eduardo Galeano, un binomio seguramente forjado en la compañía y el intercambio que les brindaba La Gaceta de la Universidad, publicación donde ambos coincidieron.

Hoy la historia es muy otra. En 1991 Pablo Rocca escribe Literatura y fútbol en el Uruguay (1899/ 1990) (La polémica, el encuentro) y en fechas más recientes, otro catedrático de la Facultad de Humanidades, Aldo Mazzucchelli, publica Del ferrocarril al tango: el estilo del fútbol uruguayo (1891 – 1930). Carina Blixen, desde un punto de vista más antropológico, ha dado a conocer Isabelino Gradín. Testimonio de una vida y, ahondando en la relación afrodescendencia – fútbol, el escritor Jorge Chagas ha novelado en Gloria y tormento, la vida del mítico José Leandro Andrade. La Biblioteca Nacional no ha estado ausente en este proceso: A romper la red, Abordajes en torno al fútbol uruguayo, y Miradas sobre fútbol, cultura y sociedad, forman parte de la colección “Cuadernos de Historia” y comprende un conjunto de trabajos sobre la historia del fútbol uruguayo que coordinó el investigador Julio Osaba. Se podría mencionar aún más autores y más libros. En las últimas tres décadas el conflicto ha desaparecido o ha adquirido quizá otros matices. La creación literaria y hasta la academia se han apoderado del fútbol. Pero, ¿de dónde surgía la razón de los dichos de Morales y Galeano? ¿Cuál fue su punto de partida?

Para hallar una respuesta hay que remontarse a los albores del pasado siglo, al momento en que el fútbol empezaba a atraer la atención del periodismo y de un público cada vez más creciente. En el primer número de La Revista, el 20 de agosto de 1899, Julio Herrera y Reissig fundamentó la aparición de su publicación por la necesidad de "sacudir a los intelectuales del letargo en que se hallan" a causa de la "honda desmoralización" que sufre el “espíritu literario”.


"Tristeza dá el decirlo, que, a medida que aumentan y se desarrollan en nuestro país, con fecundidad de pez ó de pólipos, los figurines automáticos de la moda, con tendencias al feminismo, los vagos trasnochadores que rumian imbécilmente el tiempo, los que hacen la guardia en las puertas de los cafés, durante tres cuartas partes del día, como inmóviles cariátides de carne, los pequeños declamadores y los políticos de oficio, disminuye la afición por las cosas serias, que requieren altruismo y desinterés, durmiéndonos, insensiblemente, en brazos de la más indigna frivolidad, alejándonos del Arte, de lo que pueda crear el espíritu ó la vitalidad mental, y en conclusión, de todo aquello que, desde luego, no rinda culto al más bajo utilitarismo, ó al más vulgar de los placeres"

afirmaba. Su airado discurso, radicalmente aristocrático, fiel a su época y a su origen social, limitaba inexorablemente los territorios del arte y la literatura. Ante la desolación que creía vivir, al poeta solo le era posible nostalgiar la Arcadia de


aquellos tiempos, no lejanos, en que los triunfos del orador y del poeta llenaban de aplausos las salas con que se verificaban los certámenes (y que) forman raro contraste con estos dias de enervamiento y de frivolidad, en que no existen centros literarios, y en que se fundan footballs, presenciándose, al revés del triunfo de la cabeza, el triunfo de los pies.

A romper la red : Abordajes en torno al fútbol uruguayo

A romper la red (2012)


Para erosionar aún más el apotegma de Herrera y Reissig será necesario, sin embargo, la conjunción de ciertos factores extraordinarios. En primer lugar, que transcurran las mayores glorias del fútbol uruguayo, los campeonatos olímpicos de 1924 y 1928 y la coronación en el primer Campeonato Mundial en 1930. Segundo, la aparición de otra revista deportiva, Rush, publicación que intentó cubrir todos los eventos deportivos de los años 1933 y 1934. Finalmente, tercero y más importante, la inclusión entre la nómina de colaboradores de esta revista, de una mujer, la primera cronista de fútbol de que se tenga noticia en Uruguay, Giselda Zani, quien firmaría sus artículos, de acuerdo a la usanza de la época, con el apellido de su marido, Welker. Desde el número 33, el 17 de febrero de 1934, hasta su último número, el 55, el 21 de julio de ese año, semana a semana, esta muchacha de 25 años, que ya tenía en su haber un libro de poemas, entrevista a jugadores de fútbol de primera división. Su presencia marca un mojón ineludible. Donde nadie creía hallar nada, resplandecía un diamante que permanecería casi ignorado hasta la actualidad.


La revista, dirigida por Roberto Gómez y administrada por Luis Franzini, la presentó con grandes expectativas:

Con un interesante reportaje al “botija” Bengoa Inicia sus colaboraciones en Rush la escritora Giselda Welker. La mujer va conquistando escalones sucesivos en esta inquietante y anhelosa vida moderna, y no es extraño que entre también en el campo de la crítica deportiva, reservado hasta ahora en nuestro medio y sin ninguna razón, a la actividad varonil. Giselda Welker, la animosa y dinámica escritora, rompe una tradición sin consistencia e inicia con brillante paso, un camino que le reserva sin duda alguna grandes triunfos. A través del espíritu femenino el deporte tiene que ofrecer puntos de vista hasta ahora insospechados. Y mucho más a través de un espíritu tan sagaz y cultivado como el de esta escritora. Consideramos que Rush al contar en sus columnas con tan interesante colaboración hace una adquisición muy valiosa. No es necesario una presentación más detallada. Giselda Welker es sobrado conocida en el campo literario y en el de la literatura deportiva es mejor que sea su obra quien la defina, pues todo cuanto dijéramos por adelantado sería ocioso.


Poco después la flamante cronista es entrevistada por CX 18 Radio Sport. El reportero es un conocido periodista, el popular "Arsénico", quien decide cerrar el reportaje con una pregunta que arrastra todos los prejuicios de la época: "Digame Giselda, ¿No hay cierta contradicción en que usted, una poetisa tan fina, cuyo arte ha alcanzado climas tan abstractos, sienta tan vivamente el deporte, que es una cosa tan popular?"


La respuesta de Giselda Welker (Zani) es memorable:


¿Cómo es posible que usted encuentre alguna contradicción entre el arte y el deporte? Si no hay ninguna, al contrario!... Es cierto que, como usted dice, yo he realizado una obra poética un tanto para “élite”. Pero en ese sentido he evolucionado mucho y creo que el arte debe extraer su savia más vital de la masa misma. Ningún contacto humano deja de dar sus frutos para el artista. Y no se puede negar que el fútbol es el juego de masas por excelencia. He tenido grandes satisfacciones desde que escribo deportes. Me han conmovido más las felicitaciones anónimas de las chicas que leen mis reportajes y me escriben continuamente, que muchos cumplidos literarios que han merecido mis versos. Y como espectáculo estético, de gran plasticidad, lo creo insuperable. Cuando veo ciertos momentos del juego, ciertos grupos de jugadores, en poses estupendas creadas por el esfuerzo deportivo, quisiera saber esculpir para fijar en la arcilla esa magnífica sensación plástica…

Referencias

[1] Capítulo Oriental n. 42, “Literatura y fútbol”, 8 de enero de 1969.

[2] Galeano, Eduardo. Prólogo a Su majestad el futbol. Arca, 1968. F. Morales llama a este libro “la primera antología sobre futbol editada en el país, compuesta en su mayoría por testimonios extranjeros.”

[3] “Suicidio en la cancha”, revista Atlántida, Buenos Aires, 16 de mayo de 1918.

[4] “Carne y fantasía”, Marcha, 1952.

[5] 21 de julio de 1950.

[6] “Juan Polti, half-back”, título del cuento de H. Quiroga, fue publicado en la revista Atlántida, en Buenos Aires, el 7 de mayo de 1918.

La sentencia de Herrera y Reissig