Biografía
Biografía
Elías Regules nació en Montevideo el 21 de marzo de 1861. Su infancia transcurrió en las costas del arroyo Malbajar, departamento de Durazno, en la estancia de sus padres.
Estudió Medicina y se recibió de Doctor en 1883. Siendo estudiante de bachillerato había fundado con otros compañeros la Sociedad Universitaria (1875), destinada a dictar cursos entre pares, a fin de cubrir los déficits de la educación pre universitaria del momento; esta Sociedad se fusionó unos años después con el Ateneo de Montevideo.
En 1885, a dos años de recibirse como Médico, ocupó la Cátedra Anatomía en la Facultad de Medicina y la de Medicina Legal de la Facultad de Derecho. En 1889 fue designado Decano de la Facultad de Medicina, cargo en el que permanecería hasta 1898. Fue Rector de la Universidad de la República durante dos períodos, entre los años 1922 y 1928.
En política adhirió a una corriente de ideas llamada Principismo, popular en el medio Universitario de las décadas de 1870 y 80. Esta corriente juzgaba la existencia de los partidos tradicionales como funesta para el país y propugnaba la sustitución de las divisas por partidos de ideas. Fue miembro de un partido de orientación Principista llamado Partido Constitucional y participó del Consejo de Estado convocado en 1898 por el entonces Presidente Juan Lindolfo Cuestas, en el contexto de una presidencia cuyo objetivo fué disminuir la tensión política entre Blancos y Colorados luego de la Revolución de 1897. Fue Diputado por Rocha por el mismo Partido en le período 1899-1903.
Era Masón, y se negó a casarse por la Iglesia con la compañera de toda su vida, Statira Molins.
Un Universitario liberal del siglo XIX: esta idea encaja poco con la imagen que podemos tener de Regules. A quien le resulte conocido su nombre lo recordará seguramente como un poeta nativista. Para los lectores uruguayos mayores de 50 años el recuerdo que puede evocar el nombre de Regules son unos versos que se aprendían en la Escuela:
Entre los pastos tirada / como una prenda perdida, / en el silencio escondida / como caricia robada, / completamente rodeada / por el cardo y la flechilla / que, como larga golilla, / van bajando a la ladera, / está una triste tapera / descansando en la cuchilla
(Mi tapera)
Regules, al igual que otros hombres cultos del Río de la Plata en los inicios del siglo XX, entendió que en el mundo rural del siglo XIX, en el mundo de los gauchos, había algo valioso que debía ser preservado, porque encarnaba valores universales y porque era el componente central de lo que creía debía ser nuestra identidad colectiva. Siguiendo esta idea fundó en 1894 una Sociedad Criolla, la primera del contiente, que hoy lleva su nombre.
Cuando llegan a estas costas los vientos de las nuevas corrientes europeas, de la mano del positivismo y el cientificismo, los ideales del progreso llevado a la cima por la ciencia y por la técnica, Regules, él mismo médico, hombre de ciencia, investigación fáctica y laboratorio, adopta una postura mixta, tomando también en cuenta las tradiciones, las historia y las prácticas de tierra adentro.
En una ciudad de Montevideo, y también las capitales departamentales, en que los avances de la técnica penetran con fuerza y alternar la vida y las costumbres de la gente (el teléfono, los automóviles, el “biógrafo”, cine primitivo, los motores a explosión y el automatismo de las fábricas), Regules le recuerda a los modernistas de su país que un desfile de caballería criolla por el medio de la avenida 18 de Julio, con jinetes en vestimenta típica, olores y sudores de equinos y humanos, también tiene su relevancia.
El tradicionalismo que junto a otros impulsó Elías Regules fue parte, quizás hasta ahora demasiado soslayada por la crítica literaria, de la famosa generación del ‘900, en su vertiente más criolla. Desde la influyente revista literaria El Fogón, fundada en setiembre de 1895 por Orosmán Moratorio y Alcides de María, Elías Regules escribió en esa trinchera y aportó textos tan pícaros y zumbones como profundos, sobre las costumbres del campo, los dramas rurales y las formas en que los habitantes de la campaña nacían, atravesaban la vida en mil situaciones y morían. Como tantos ilustres predecesores, los criollistas eran hombres doctos y urbanos que reproducían literariamente formas y giros verbales y lingüísticos del ámbito rural que bien conocían. Esto les valió críticas, por una supuesta falta de autenticidad, pero basta leer las obras para descubrir que el recurso estilístico funciona y da resultado.
Esa combinación de hombre de ciencia y estadística, de academia y civilidad, con un paisano avezado, con un payador de enjundia y criollo a carta cabal, hacen de Elías Regules un escritor y un intelectual original y una referencia ineludible para futuros estudios académicos sobre el significado de su perfil.
Escritor y criollista
Se podría decir que la actividad literaria de Regules comenzó a los 12 años, cuando escribió un poema titulada "El domador". Regules escribió fundamentalmente poesía, a lo que hay que agregar un par de obras escénicas que fueron representadas en el circo de su amigo José "Pepe" Podestá (Las vivezas de Juancito y El enteao), más unas adaptaciones también para Podestá de Juan Moreira y Martín Fierro. En poesía su obra está recogida en Versitos Criollos (1894), que luego pasaría a llamarse Versos Criollos.
Casi toda su actividad literaria se produce durante la década de 1890, en la que es también colaborador de la revisa El Fogón, de Orestes Moratorio y Alcides de María. A la obra literaria de Regules dedicamos un apartado de esta Exposición, por lo que no trataremos aquí el tema.
También el la década del 90, junto a los ya nombrados Podestá, Moratorio y de María funda la Sociedad Criolla (1894), primera institución nativista del Río de la Plata. Al nativismo y a la fundación de la Sociedad Criolla dedicamos una sección a aparte en la Exposición.
Últimos años
Elías Regules pasó los últimos años de su vida en una chacra que había comprado en el barrio Peñarol, entonces una zona rural, y que había acondicionado como una estancia. Vivió ahí acompañado de su esposa y de un perro que le había reglado su amigo el Dr. Manuel Quintela y que se llamaba Camundá. Falleció allí el 4 de noviembre de 1929, unos meses después de que hubiera fallecido su esposa.