Regules como escritor
Regules como escritor
La poesía de Regules posee una genuina calidad literaria, sin bien para un lector contemporáneo su obra pueda estar demasiado atrapada en una tópica. De todas formas una lectura puramente estética de la obra de Regules quizás escatime lo que constituía el interés para sus primeros lectores: el encontrar en ellas la expresión de una sensibilidad y una identidad con la que era posible identificarse.
La obra poética de Regules está recogida en una antología publicada en 1922 con el título de Versos criollos que era la prolongación de otra publicada en 1894 bajo el título de Versitos criollos. Ambos títulos manifiestan la intención que su obra sea considerada como una producción menor: no se trata de “poesías” sino de “versos”. Como intelectual universitario Regules parece querer dejar claro a sus lectores que conoce la distancia que media entre su obra y lo que un público culto consideraría verdadera poesía.
Ayestarán en el prólogo a la edición de 1965 de los Versos criollos es lapidario con respecto a la calidad literaria de la obra de Regules:
“en el plano estrictamente artístico, si aplicamos un juicio de valor de acuerdo a los supuestos de la cultura occidental, la mayor parte de sus “Versos criollos” y desde luego de sus obras teatrales, no soportan una riesgosa pulsación crítica”
y agrega que “en sus páginas abunda la retórica y el lugar común”
Sin embargo la poesía de Regules parece estar siempre escrita en forma cuidadosa y controlada. Los lugares comunes están en los personajes y los temas, pero raramente en las imágenes, algunas muy bellas:
Lleva el rumbo bien escrito / en su mente y en su tino, / que hasta la “Estancia del Pino” / conclusión de sus jornadas, / hay diez leguas acostadas / a lo largo del camino
(Rumbo)
Ayestarán pone en valor en cambio un atributo hoy completamente olvidado de la obra de Regules: el haber sido un autor popular. Algunas de las poesías de Regules fueron musicalizadas y e incluso se transmitieron en forma anómina entre la gente. Ayestarán recogió versiones de Mi tapera, cantadas por payadores que pensaban que la poesía era anónima.
Regules también incursionó en el teatro: escribió dos obras para la compañía Podestá Scotti las obras “La viveza de Juancito” y “El enteano” (1892). También realiza para José Podestá una versión teatral de Martín Fierro y Juan Moreira. La relación con José Podestá juega un papel en la actividad de Regules como impulsor de la tradición criollista.
Los Podestá eran una familia de empresarios y actores cirsenses Uruguayos. Estaba integrada por cuatro hermanos: José, Gerónimo, Pablo y Antonio. En la década de 1880 comenzaron a agregar los números de acrobacia y payasos de su circo una pantomima representando la historia de Juan Moreira: todos los historiardores que hay escrito sobre el tema coinciden en señalar que este es el origen del teatro Riopatense. La represención de una pantomima acompañada de danzas y música era común en los circos de la época, tanto rioplatenses como Europeos, y solían ser representadas como cierre del espectáculo.
La puesta en escena de Juan Moreira (1884) causa furor entre el público. Un poco por azar y a tientas se empiezan a sumar los elementos que irán dando forma definitiva a la representación. Se agregan escenas de payadas, cabalgatas (en el escenario del Circo es posible), peleas a facón y sobre todo la representación de una fiesta campestre donde un grupo de baile cierra el número con un "gran Pericón". El circo de Podestá pone de moda el Pericón, al que Regules decide agregar una figura final en que los bailarines forman con sus pañuelos “el Pabellón Nacional”. He aquí el antecedente de aquellos complicados pericones de decenas de figuras (33 simbólicamente) que a muchos nos enseñaron a bailar en la Escuela.
Con el tiempo de la pantomima se pasa a representaciones con diálogo, transición en la que colaboró el propio Regules, adaptando Juan Moreira y Martín Fierro, como ya dijimos.