Los inicios

Partida de nacimiento
«Nació en Atahualpa (Montevideo) el 20 de octubre de 1902. A los cuatro años y medio fue a la escuela, en el Cerro. A los nueve empezó a estudiar piano. A los doce ingresó a la escuela Artigas de 3º gdo, donde conoció entre otros maestros a José Pedro Bellan, quien influyó en su vida artística».

Con estas palabras, en tercera persona, comenzaba Felisberto su «Autobiografía literaria», se la había pedido Gustavo Rodríguez Villalba para la segunda edición de El caballo perdido (1963). El escritor le entregó unas páginas, que el editor empleó para redactar el prólogo. También en «Primera casa», un cuento corto de su primera época, recreó algunos recuerdos de la casa donde nació, en la calle Huascar:

«En Atahualpa. Allí nací y tengo recuerdos desde un poco antes de los tres años. Uno de ellos casi lo perdí del todo: era un caballo y un tío abuelo. Los veía próximos uno al otro y no sé bien si entre ellos mediaba un maneador o un freno. Los recordé más o menos claramente hace pocos años... Se me acercaban antes de dormir y me acostumbré a recordarlos en alguna época de la adolescencia. A veces hacía esfuerzos para atraerlos. Los repasé mucho hasta que se gastaron o se cambiaron demasiado».

Sus padres se casaron en 1900. Fue el primero de los cuatro hijos que tuvieron Prudencio Hernández González y Juana Hortensia Silva. Por línea paterna, Felisberto heredó el gusto por la música; su padre era español y había venido con su familia de Islas Canarias. En 1907, después de que nacieron sus hermanos Deolinda e Ismael, la familia se mudó al Cerro, como recreará en 1930 en «La cara de Ana»:

«Mi casa estaba en el pie de un cerro. Lo que más me gustaba de ella era un patio de lozas. Este patio era tan de mi casa, que si hubiera visto en otro lado otro parecido, me hubiera dado fastidio y nunca lo hubiera encontrado tan lindo. Yo paseaba a menudo por él, pero sin pisar las rayas. Estaba tan acostumbrado a esto que aunque cruzara sin ser para pasear, tampoco pisaba las rayas. En ese tiempo yo tenía seis años».
Felisberto y Deolinda, 1912

Felisberto y Deolinda, 1912

En 1981, Deolinda dio una entrevista para El Día, allí recordó a su hermano, los años de infancia, las distintas casas en las que vivieron y su gusto por el cine y por el piano. Aquí se los puede ver en una foto de 1912, eran los años en los que saludaban a las flores:

«Yo tenía 7 años y Felisberto 10, me iba a buscar a la salida de la escuela, un colegio de hermanas en la Avenida Suárez, caminábamos hacia la calle Gil, donde vivíamos. En la quinta Marexiano había enormes cercos de rosas y glicinas. Al pasar por allí Felisberto se sacaba el sombrero. Tenía un sombrerito verde. “¿Qué hacés, Felis?” le pregunté un día. “Saludo a las flores de mi país”, contestó».

«Había empezado a tocar el piano de niño, tengo presente el primer examen de música que rindió. Fue en el conservatorio “La Lira”, que funcionaba en el actual teatro Odeón, bajo la dirección de Dentone, después estudió con Colling y Kolischer».

«Era el hermano mayor, el preferido de mi madre, una mujer autoritaria. Todos cultivábamos alguna rama del arte. Claro que ahora lo vemos a través del tiempo y pensamos que no era un individuo común, que algo extraordinario había en él. Cuando nos llevaba al cine, por ejemplo, primero nos preparaba, nos contaba el argumento de la película y nos decía: “Bueno, ahora la vamos a ver, pero miren que el cine no es una novela así seguidita”. Íbamos al cine Olivos, en Agraciada, y al Palace, cuando vivíamos en el centro».

Postal viaje a Los Andes

Mientras hacía el viaje transandino, Felisberto envió una tarjeta postal a su familia.

En ese entonces vivían en la calle Camino Suárez 194.

Sábado, 9 de febrero de 1917

Queridos padres: les envío esta postal que representa uno de los picos que tendremos que pasar, ya en la carta verán el estado de mi salud. 

Tu hijo, Felisberto Hernández

Durante su viaje, Felisberto llevó un diario que tituló Relato de mi viaje a Chile. El cuaderno, que ya no conserva sus tapas, está formado por 8 folios manuscritos en ambos lados de cada hoja, al final el futuro escritor firma con su nombre y apellido, data el texto el 7de marzo de 1917 y aclara «14 años». En estas páginas repasa el recorrido que hizo junto a los otros jóvenes, narra el encuentro con grupos de scouts de Argentina y da cuenta de las impresiones que le dejaron las ciudades que fue visitando: Buenos Aires, Mendoza, Godoy Cruz, Puente Inca, hasta llegar a Santiago. Las notas que tomó en este cuaderno serían usadas muchos años después en Tierras de la memoria:

«Del viaje a Chile tenía dos cuadernos: uno era chico y contenía el relato escueto y en forma de diario -así lo había ordenado nuestro jefe-; después del viaje alguien, en nuestra institución, lo había encuadernado con tapas de "un color serio", creo que sepia. El otro cuaderno era grande, íntimo, escrito en días salteados, y lleno de inexplicables tonterías. Tenía tapas de color tabaco muy grasientas».

Felisberto al piano

Felisberto al piano

A los 9 años, cuando la familia vivía en la calle Gil, Felisberto había empezado sus estudios de piano. Su primera maestra fue Celina Mouliné, una amiga de su madre. Estos hechos serán material narrativo para El caballo perdido:

«Nuestras relaciones habían empezado -como ocurre tantas veces- por una vieja vinculación familiar (Celina había estudiado el piano con mi madre en las faldas. Mamá tenía entonces cuatro años). Esta vinculación ya se había perdido antes que yo naciera, y cuando las familias se volvieron a encontrar, entre las novedades que se habían producido estaba yo».

Luego de Celina vinieron otros maestros: Raúl Dentone, Clemente Colling y Guillermo Kolischer. En 1918, cuando ya se habían mudado a la calle Minas instaló allí el Conservatorio Hernández. Según cuenta Norah Giraldi estaba ubicado en la pieza con balcón de la planta alta de esa casa, que todavía existe -Minas 1816-. 

El magisterio de José Pedro Bellán, de quien Felisberto fue alumno en la escuela, fue decisivo en su formación cultural; años más tarde continuarían su amistad, fue él quien lo presentó a Carlos Vaz Ferreira.

En 1920 comenzó estudios de composición y armonía musicales con Colling, que era conocido como «El organista de la Iglesia de los Vascos» o «El ciego que toca en los vascos», según se lee en Por los tiempos de Clemente Colling. En su «Autobiografía literaria» también repasa estos acontecimientos de su vida:

«Estudió intensamente el piano, hasta 10 y 12 horas diarias, participó en conciertos y dio algunos, solo, por radiotelefonía. Alrededor de 1920 conoció a Colling, con quien estudió armonía y composición. En 1925 tomó algunas clases de piano con Guillermo Kolischer, pero la mayor parte de sus estudios los hizo solo».

En 1921 y con el número 107, Felisberto se acreditó como socio fundador de la Asociación de Pianistas según se lee en su carné, de dimensiones tan pequeñas como su primer Fulano de tal, que «podía llevarse en el bolsillo de un chaleco».

En el archivo Felisberto Hernández hay varios cuadernos con afiches de conciertos y recortes de prensa referidos a sus actuaciones en distintas ciudades del país. El primer cuaderno comprende recortes de prensa desde febrero de 1920 hasta octubre de 1927 y abarca medios como La Razón, El Bien Público, La Tribuna Popular, El País, El Día y Mundo Uruguayo, entre otros. Entre los primeros podemos leer este recorte de Las Noticias, 16 de mayo de 1923:

«Un joven compositor que promete mucho. Tenemos la certeza de no incurrir en exageración al afirmar que Felisberto Hernández, un compositor extremadamente joven, desconocido actualmente para el público, no tardará en conquistar en los círculos artísticos dentro y fuera del país, merecido renombre. Efectivamente, hemos tenido oportunidad de oír una composición musical titulada Primavera, de la que el joven Hernández es autor, que habla de una inspiración excepcional y de un extraordinario progreso en el difícil arte».

Otro artículo de El Día, fechado en octubre de 1924, da cuenta de tres piezas musicales de su autoría, además de las conocidas Primavera y Un poco a lo Mozart«Comprende, y ejecuta magistralmente al piano, los grandes maestros, y es autor de trozos como "Vals a la antigua", "Gaviota" y "Paisaje", de delicada inspiración».

Felisberto al piano

Felisberto en casa de José Pedro Bellán

En 1925, luego de un noviazgo de seis años, Felisberto se casó con María Isabel Guerra, su primera mujer. La conoció en Maldonado, cuando había ido a visitar a su tía abuela, Deolinda Arocha. Junto a María Isabel se instalaron en el barrio El Prado de Montevideo y asistían juntos a las tertulias que organizaba Carlos Vaz Ferreira en su casa-quinta. En más de una oportunidad Felisberto tocó el piano en esas reuniones.

Ese mismo año editó su primer «libro sin tapas», Fulano de tal. Comenzó, entonces, el lento pasaje que medió entre el músico y el escritor. Pero todavía le quedaban muchos años como pianista en el conocido bar La Giralda, luego en Mercedes y más tarde en Rocha, donde llegó a tener su propia orquesta en el café El Globo. En la década del treinta vendrían las giras con Yamandú Rodríguez y más tarde con Venus González Olaza, con quienes recorrió el país y el litoral argentino, para dar conciertos de piano en distintas localidades.

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Equipo de trabajo: Paula Cameto y Néstor Sanguinetti

Fotografía: Graciela Guffanti

Fuentes bibliográficas

Díaz, José Pedro. Felisberto Hernández: vida y obra. Buenos Aires: Cuenco de Plata, 2015.

Giraldi de Dei Cas, Norah. Felisberto Hernández: del creador al hombre. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1975.

Hernández, Felisberto. Obra incompleta (pról. y sel. Oscar Brando). Montevideo: Ediciones del Caballo Perdido, 2017.

Los inicios