Las giras del escritor

Dibujo de Felisberto, firmado por Ferreira en 1926

Dibujo de Felisberto fechado en 1926. Archivo de Norah Giraldi

Felisberto comenzó su actividad literaria en 1925, el mismo año que se casó con María Isabel Guerra y se mudaron a la calle Francisco Bicudo, en el barrio Atahualpa. Fulano de tal es el primer libro que pertenece al conjunto de las publicaciones que José Pedro Díaz denominó «libros sin tapas». Así lo relataba el mismo autor en lo que se ha denominado su «Autobiografía literaria», escrita en tercera persona:

«A los veintidós años escribió sus primeros trozos literarios, Fulano de tal, y recibió las primeras opiniones de Vaz Ferreira: "Tal vez no haya en el mundo diez personas a las cuales les resulte interesante y yo me considero una de las diez". Este y otros juicios fueron publicados en El Ideal con el título "Felisberto Hernández visto por él mismo y por Vaz Ferreira" el 14 de febrero de 1929».

Se trata de un un librito de escasos 8 por 11 centímetros, con apenas 48 páginas, solo impresas en las pares. Con este título, se produce la primera aparición pública de quien era hasta ese entonces un desconocido en el terreno literario. El primer texto, titulado «Prólogo», tiene una extensión desproporcionada con respecto al resto y se aleja de su función tradicional en relación al conjunto; le siguen «Cosas para leer en el tranvía» y «Diario». Como señala María del Carmen González, lo novedoso no estuvo solamente en la particular utilización del prólogo como gesto irreverente, actitud propia de la vanguardia, sino que todo el volumen es parodia del artefacto libro, ya que se cierra con el epílogo «Prólogo de un libro que nunca pude empezar». El volumen, dedicado a su esposa, también concluye con una alusión a ella cuando explica que, aunque «se propone decir cómo es María Isabel […] sabe que no podrá decir no más que un poco de cómo es ella».

La literatura todavía era una segunda ocupación para Felisberto que, en este período, se dedicó sobre todo a la música. Acababa de casarse y debía conseguir un medio de subsistencia, fue por eso que aceptó un contrato como pianista para tocar en Mercedes. Por lo que se trasladó hasta esta ciudad, donde primero actuó como concertista y luego dirigió una pequeña orquesta en un café, tarea que desarrolló casi por un año.

El concierto con el que debutó en Mercedes es el que evocará luego en su cuento «Mi primer concierto», que años más tarde integró el volumen Nadie encendía las lámparas (1947). Estas experiencias tuvieron gran importancia para el escritor por el material que quedó en su memoria, destinado a nutrir futuros relatos.

El jueves 1° de julio de 1926 Felisberto dio una conferencia titulada «Estado actual de los intermediarios», en el Liceo Departamental de Mercedes. El texto se publicó, en tres entregas, en La Época. En esta conferencia Felisberto expuso sus ideas acerca del intérprete musical como intermediario entre la obra del genio y el público.
Felisberto al piano

Felisberto al piano

Por ese entonces Felisberto ya contaba con varias composiciones en su haber. Corresponden a estos años: Mimosismos (c. 1925), Canción repreciosa (c. 1925), El niño dormido (c. 1925) y Marcha fúbebre (1927). Alude a Negros (1935) en varias cartas de su correspondencia a Amalia Nieto, por ejemplo en la del 31 de mayo de 1936.

Felisberto, su madre, su hermana Ronga y los hermanos Telesca

Felisberto, su madre, su hermana Ronga y los hermanos Telesca

Al año siguiente ofreció su segundo concierto en la Casa del Arte. En ese mismo lugar, sobre la música de Peer Gynt de Edvard Grieg, dirigió en agosto de 1928 el ballet Blancanieves, dramatización en tres actos del cuento homónimo que realizó José Pedro Bellán, quien había sido su maestro en la escuela, y que por esos años ya era su amigo y uno de sus principales impulsores. 

Su actividad como compositor y pianista contribuyó a que en febrero de 1929 sus amigos le realizaran un homenaje en el Bar Neptuno de Montevideo. Según consigna José Pedro Díaz, Felisberto conservaba un álbum en el que figuraban las firmas de Juvenal Ortiz Saralegui, Juan Carlos Welker, Giselda Zani, Esther de Cáceres, Alfredo Cáceres, Jesualdo, José Pedro Bellán, Manuel de Castro, Mercedes Pinto, Leonardo Castellanos Balparda y Américo Agorio. Así lo registra el homenajeado en su autobiografía:

«1929. En el Neptuno Bar, del Puerto, se hace una fiesta de los artistas en su honor. La primera firma del álbum es la de José Pedro Bellan y Ombú Curá (Américo Agorio), "dirige la orquesta de los epitafios" dice Basso Maglio en "Tinta China"».

Felisberto en concierto

Felisberto en concierto

Por esos años, los conciertos se alternaron con el quehacer literario. En 1930 publicó en Mercedes su tercer libro, La cara de Ana, y al año siguiente La envenenada, en Florida.

«1930. La cara de Ana. Editada en Mercedes en oportunidad de una gira de conciertos.

1931. La envenenada. En Florida, en condiciones similares al libro anterior. Casi todos los cuentos de estos dos libros fueron publicados por El Plata de Montevideo. El autor obtuvo la crítica alentadora de Antonio Soto (Boy) en el mismo diario, quien llamaba a Hernández "El artista de la acústica interior"».

Las ediciones sucesivas, en tres años consecutivos, de los últimos «libros sin tapas» dan cuenta del creciente interés del creador en sus proyectos literarios. Esther de Cáceres recuerda así al Felisberto de finales de la década del veinte:

«Hubo en él una percepción como la del niño, por la que supo ver, sentir, descubrir el mundo, de modo original, sin preconceptos; y que se vincula con sus rasgos biográficos más típicos. [...] Así lo recuerdo cuando, en los primeros años de nuestra amistad, y ya publicados sus primeros cuentos, respondía con aire terco y desolado a los elogios que lo señalaron como un pianista excelente: "¡Yo quiero ser escritor!". Era la frase reiterada, que sus amigos expectantes recibían siempre como réplicas graciosas, esperanzadas o escépticas. "¡Yo quiero ser escritor!". ¡Qué pasión, qué seguridad sobre su destino había en esta frase! Y a la vez, ¡qué ansiosa impaciencia! Así estaba, solo en su vocación, en su deseo, en su seguridad, en cierto ensimismamiento, reducto en el que al fin siempre lo sentíamos sumergido».

«Te imaginarás mi sorpresa cuando llegué a un epistolario en que aparecen las cartas que le escribiste a tu amigo Lorenzo Destoc mientras hacías una gira musical por la provincia de Buenos Aires. Como si nada, sin el menor respeto hacia un amigo como yo, fechás la carta en la ciudad de Chivilcoy, el 26 de diciembre de 1939. Así, tranquilamente, como hubieras podido fecharla en cualquier otro lado, sin demostrar la menor preocupación por el hecho de que en ese año yo vivía en Chivilcoy, sin inquietarte por la sacudida que me darías treinta y ocho años más tarde en un departamento de la calle Saint-Honoré donde estoy escribiéndote al filo de la media noche».

En la colección Felisberto Hernández hay varios cuadernos con recortes de prensa referidos a sus actuaciones en distintas ciudades del país. Del mismo modo, el músico conservó los afiches de las múltiples presentaciones que hizo en diferentes localidades. Cada página está numerada a mano y registra la fecha y el lugar de presentación. A falta de afiche, en el cuaderno se consignan los datos del concierto y figuran las firmas de los asistentes, lo que hace pensar que Felisberto viajó con este material y que,en algunos lugares pudo haberle servido de carta de presentación.

Felisberto al piano

En 1940 Felisberto escribió «Buenos días [Viaje a Farmi]», que apareció por primera vez en el cuarto tomo de las Obras completas recopiladas por José Pedro Díaz. Por el carácter autobiográfico del prólogo de ese texto, Oscar Brando lo incluyó en Obras incompletas a continuación de la «Autobiografía literaria» y del cuento «Primera casa». María del Carmen González, en su reciente publicación, El palimpsesto intencionado, también reflexiona sobre este texto y lo pone en relación con otras piezas de la obra felisbertiana.

En estas líneas Felisberto, que ya no era un fulano de tal, da señales propias y se enorgullece de sus logros como escritor, a pesar de que es en la década siguiente cuando publicará sus títulos más memorables: Por los tiempos de Clemente Colling, El caballo perdido, Nadie encendía las lámparas, Las hortensias.

«Daré algunas noticias autobiográficas. Jamás se dan todas. Color de pelo negro y 38 años. Mi primer cartel -y casi el único, porque después de que el mundo se hace una idea de una persona, le cuesta mucho hacerse una segunda o corregir la primera-, mi primer cartel lo tuve en música. Pero los juicios que más me enorgullecen los he tenido por lo que he escrito».

Equipo de trabajo: Eliana García, Belén Trigo y Néstor Sanguinetti

Fotografía: Graciela Guffanti

Fuentes bibliográficas

Bajter, Ignacio. Edición, prólogo y notas en Correspondencia reunida de Felisberto Hernández. Barcelona: Ediciones Sin Fin, 2022.

Colección «Felisberto Hernández», Archivo Literario del Departamento de Investigaciones de la Biblioteca Nacional de Uruguay.

Díaz, José Pedro. Felisberto Hernández: vida y obra. Buenos Aires: Cuenco de Plata, 2015.

Giraldi de Dei Cas, Norah. Felisberto Hernández: del creador al hombre. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1975.

González, María del Carmen. El palimpsesto intencionado: el proyecto literario de Felisberto Hernández. Montevideo: +Quiroga Ediciones, 2022.

Hernández, Felisberto. Obra incompleta (pról. y sel. Oscar Brando). Montevideo: Ediciones del Caballo Perdido, 2017.

Pau, Antonio. Felisberto Hernández: el tejido del recuerdo. Madrid: Trotta, 2005.

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