El poeta revolucionario
Producto de la política de partido impulsada por el presidente colorado Lorenzo Batlle (1868-1872), con la que buscó aglutinar a sus correligionarios en torno a su liderazgo y excluir a los blancos del poder, y de la grave crisis económica que jalonó todo su mandato, el 5 de marzo de 1870 estalló la Revolución de las Lanzas [1] (1870-1872) liderada por el caudillo Timoteo Aparicio.
Por su duración y sus consecuencias económicas y sociales, este enfrentamiento es considerado el conflicto civil más severo que atravesó el Uruguay en el siglo XIX, luego de la Guerra Grande (1839-1851).
Con veintidós años, Antonio Lussich se incorporó al ejército revolucionario, dispuesto a abandonar las comodidades de su clase social y a transitar las vicisitudes de la guerra como un soldado más. Tal fue su afán, que participó, durante los dos años que duró la campaña, en los combates de Paso Severino, Corralito, Cerro, Unión, Sauce y en la acción final de Manantiales donde el general Aparicio fue vencido por las fuerzas gubernamentales.
Si su adhesión a la divisa blanca es herencia paterna, su contacto con el campo y la realidad de sus habitantes son consecuencia de su curiosidad. Se especula que, siendo muy joven, frecuentaba la periferia de la capital, en la que parte del paisanaje marginado recaló en busca de refugio, huyendo de las privaciones y las arbitrariedades a las que estaba sometido en la campaña.
Seducido por ese mundo al que era ajeno, visitaba los locales públicos donde se congregaban “para oírlos hablar, para saber cómo pensaban, para conocer las causas que habían determinado aquel éxodo y escrutar el espíritu de aquellos hombres insumisos, rebeldes siempre a toda clase de tiranía, que no cesaban de protestar contra el despotismo y la brutalidad entronizados en el campo” [2].
Ese conocimiento que fue acumulando, más sus experiencias como revolucionario y sus reflexiones sobre la Paz de Abril, que puso fin al conflicto armado y abrió el tiempo de la coparticipación, le sirvieron de materia prima para escribir su primera obra en verso, “Los tres gauchos orientales” (1872), a la que definió como “coloquio entre los paisanos Julián Giménez, Mauricio Baliente y José Centurión sobre la Revolución Oriental en circunstancias de desarme y pago del ejército”, y a la que luego siguieron “El matrero Luciano Santos” (1873), y una obra humorística denominada “Cantalicio Quirós y Miterio Castro en el Club Uruguay” (1883), con la que cerró su ciclo gauchesco.
En “Los tres gauchos orientales”, concebida como un alegato poético, reclama más consideración y mejores condiciones de vida para “esos pobres hijos de nuestra campaña” a los que, confiesa, debe “las expansiones más íntimas” de sus “veinte años”.
Tras la Paz de Abril, pasó a residir en Buenos Aires, donde entabló amistad con el periodista y militar argentino Rafael Hernández, antiguo defensor de Paysandú, y su hermano José, también escritor, a quien le dio a conocer sus décimas, y éste lo estimuló a que las publicara, cosa que hizo apenas seis meses antes de que apareciera el “Martín Fierro” de su nuevo amigo.
Escribe Lussich a José Hernández, dedicándole su libro, el 14 de junio de 1872:
“En una de sus visitas, haciendo referencia a la última campaña revolucionaria de mi patria y a los sufrimientos de nuestros soldados, me dijo Ud. que un amigo le había hablado respecto a algunas producciones inéditas que yo había escrito en el Estilo Especial que usan nuestros hombres del campo, y que tuviese a bien mostrárselas.
Después de haberlas visto, me estimuló a su cultivo, asegurándome una buena acogida. Bajo tan halagadoras esperanzas y comprendiendo sus buenos deseos, traté de hacer algo que, aunque quizá incompleto por mi poco contacto con aquel elemento, pudiese al menos probarle que no había echado en olvido sus benévolos consejos. Busqué un tema, y lo encontré en la Revolución encabezada por el General Aparicio, vasto teatro donde podía exhibirse con amplitud el drama de las muchas desgracias porque ha atravesado mi infeliz patria. Concluido este pobre trabajo, a Ud. lo dedico: desearía que tuviera algún valor para ofrecerlo, agradecido, al argentino que tantas simpatías tiene por nuestra causa”.
Con fecha del 20 del mismo mes, señala Hernández en su respuesta:
“El suceso que Ud. ha elegido para servir de tema a sus cantos no ha podido ser ni más vasto, ni de mayor interés de actualidad, ni relacionarse más íntimamente con el paisano, ni encontrarse más al alcance de su juicio. En la elección de los tipos puestos en escena ha sido usted igualmente feliz, retratando esos caracteres agrestes, valientes y desconfiados a la vez, con una propiedad que revela la seguridad con que Ud. ha penetrado en ese escabroso terreno. En versos llenos de fluidez y de energía, describe Ud. con admirable propiedad al inculto habitante de nuestras campañas; pinta con viveza y colorido los sinsabores y sufrimientos del gaucho convertido en soldado, sus hechos heroicos, los estragos de la guerra fratricida, y la esterilidad de una paz que no salva los derechos de las diversas fracciones políticas, cimentando el orden y la tranquilidad general sobre la sólida base de la justicia”.
Al igual que otros poetas-soldados, como Hilario Ascasubi, Estanislao del Campo, Bartolomé Hidalgo o el propio José Hernández, Antonio Lussich convirtió su literatura en arma, procurando, según sus propias palabras, “hacer justicia a esos desgraciados parias, víctimas del abandono en que viven, despojados de todas las garantías a que tienen derecho como ciudadanos de un pueblo libre”.
El gaucho es su tema central y a la vez su motivación para escribir, y así confiesa que se “creería feliz, si del conjunto hubiese, a lo menos, conseguido entresacar alguno de los rasgos más acentuados de la existencia agitada y semi-nómada del verdadero gaucho”.
Entre 1895 y 1913, colaboró intermitentemente con la revista “El Fogón”, una publicación fundada por Alcides de María y Orosmán Moratorio, dedicada a difundir la poesía y la literatura gauchescas, de la que también participaron José Alonso y Trelles, Elías Regules y Joaquín de Viana, entre otros.
La revista se propuso rescatar la identidad nacional y en especial el habla de los hombres de la campaña, a partir de los criollismos a los que el escritor peruano Ricardo Palma, con quien Lussich mantuvo un intenso vínculo epistolar, considera más “espontáneo” que el de su país, “más original y americano”, ya que, según él, “el criollismo peruano, chileno, centroamericano y colombiano tiene mucho de espíritu andaluz”.
Según testimonios de personas cercanas a él, el Lussich adulto restaba valor a su obra como poeta gauchesco, pero apreciaba sus “otras poesías”, al punto que en su lecho de muerte le solicitó a uno de sus sobrinos, Carlos Lussich, que le recitara “El inválido oriental”, leído en público por primera vez en el Teatro Solís en 1874, recogido como apéndice en la edición de 1877 de “Los tres gauchos orientales” y luego eliminado de la edición posterior y definitiva de 1883.
NOTAS
1. Su denominación se debe a que fue la última revolución en la que los dos bandos, el rebelde y el gubernista, lucharon con lanzas de tacuara como arma principal.
2. García, Serafin J.: “Diez poemas gauchescos del Uruguay”, Librería Blundy, Montevideo, 1963.