Más allá de la muerte

"Cómo viven y trabajan nuestros escritores: Horacio Quiroga". Caras y Caretas, octubre 1926

"Cómo viven y trabajan nuestros escritores". Caras y Caretas, octubre 1926

Más allá de la muerte

En 1927 Quiroga se casó con María Elena Bravo, una joven de 19 años que era amiga de su hija Eglé. Este vínculo con su hija, derivaría en una ruptura en la relación entre padre e hija. Un año más tarde, el escritor y María Elena tuvieron una hija que parecía fortalecer el vínculo familiar. La niña recibió el mismo nombre que su madre pero sería llamada Pitoca. Sin abandonar definitivamente su relación con la selva de Misiones, el 1932 el cuentista emprendió, junto a su esposa y su pequeña hija, lo que él consideraba el viaje definitivo para radicarse finalmente en su antiguo lugar. Como expresa el mismo escritor en "El regreso a la selva", publicado en La Nación en diciembre de 1932:

"Después de quince años de vida urbana, bien o mal soportada, el hombre regresa a la selva. Su modo de ser, de pensar y obrar, lo ligan indisolublemente a ella. Un día dejó el monte con la misma violencia que lo reintegra hoy a él".

Ayudado por sus contactos en la embajada uruguaya, continuó ocupando el cargo de cónsul pero desde la región selvática que tanto lo había inspirado. Sin embargo, todavía quedaba lugar para un nuevo revés. Tras el golpe de Estado de Gabriel Terra, sus contactos en el gobierno uruguayo fueron decayendo y con ellos su comodidad en el cargo asignado dentro del consulado, dando cese de sus actividades el 15 de abril de 1933.

A pesar de algunos intentos de Quiroga por dedicarse a la destilación de naranjas o a la colaboración con diferentes periódicos, sus fuentes de ingresos se vieron mermadas. Su último libro, Más allá, fue publicado en 1935 y recopila la mayor parte de sus cuentos fantásticos.

Al año siguiente, cansada de la vida en la selva, María Elena decidió regresar a Buenos Aires y Quiroga debió enfrentarse nuevamente a los fantasmas de su soledad. Junto con estos desafíos económicos, el escritor verá cómo poco a poco fue decayendo el interés por sus publicaciones en el mercado literario.

Durante esta expedición visitaron a Isidoro Escalera, quien fuera gran amigo del escritor y de quien Rodríguez Monegal destaca que tuvo una vinculación estrictamente personal. Resalta que Escalera nunca recibió ninguno de los libros escritos por Quiroga, pero que sin embargo fue un gran sostén para el cuentista, ayudándolo "a levantar su casa, a criar a sus hijos, y después de su muerte, conservó en la medida de lo posible todo lo que pudo". 

De nuevo en la antigua casa del escritor, se toparon con algunos elementos llamativos que aún se conservaban, como por ejemplo la caldera de hierro con la que Quiroga experimentó en la explotación de carbón, acción que relata en "Los fabricantes de carbón" (1921):

Los dos hombres dejaron en tierra el artefacto de cinc y se sentaron sobre él. Desde el lugar donde estaban, a la trinchera, había aún treinta metros y el cajón pesaba [...] 

El artefacto, en efecto, pesaba, cuanto pesan cuatro chapas galvanizadas de catorce pies, con el refuerzo de cincuenta y seis pies de hierro L y hierro T de pulgada y media. Técnica dura, esta, pero que nuestros hombres tenían grabada hasta el fondo de la cabeza, porque el artefacto en cuestión era una caldera para fabricar carbón que ellos mismos habían construido y la trinchera no era otra cosa que el horno de calefacción circular, obra también de su solo trabajo. Y, en fin, aunque los dos hombres estaban vestidos como peones y hablaban como ingenieros, no eran ni ingenieros ni peones.

Pero Vandendorp no fue el único que inspiró la creación de personajes para Quiroga, el investigador se encontró además con Juan Brun, otro gran amigo del escritor, quien lo convirtió en Juan Brown, personaje que aparece en "Tacuara-mansión" (Los desterrados, 1926). Según Rodríguez Monegal, Brun era el único amigo de Quiroga que encontraba un interés literario en su figura. El investigador relata que en ese momento, Juan Brun acababa de leer la biografía de su amigo hecha por Delgado y Brignole. Según Darío, su hermana Eglé tenía un gran aprecio por este hombre, íntimo amigo de su padre, quien incluso se encargaba de hacer dormir a la pequeña.

Este informe realizado para la Biblioteca Nacional, y que fue el origen de varias investigaciones de Rodríguez Monegal sobre el escritor salteño, nos muestra un entorno que apreciaba mucho al Quiroga y que aún conservaba muchos recuerdos suyos. Desde el recorrido por las tierras que inspiraron grandes cuentos, así como el diálogo con personas que fueron transformadas en personajes, esta investigación reafirma la importancia que tuvo el cuentista en tierras argentinas.

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