Correspondencia
CORRESPONDENCIA
Explorar la correspondencia de Emilio Oribe permite, entre otras posibilidades, calibrar el alcance de su figura pública entre los años veinte y finales de los sesenta en el Uruguay. Oribe resultó ser una figura de referencia no sólo como poeta e intelectual, sino como gestor cultural. Fue delegado de Uruguay en diferentes congresos tanto de Filosofía como de Educación. En varias ocasiones fue consultado por diferentes universidades del extranjero a la hora de inaugurar cátedras sobre el estudio de la literatura de Hispanoamérica.
Entre los organismos internacionales que mantuvieron vínculo epistolar con Oribe, se destacan los siguientes: Instituto Internacional de Filosofía de París, BBC, Unesco, Federación Internacional de las Sociedades de Filosofía, Sociedad Cubana de Filosofía, Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, Biblioteca Internacional de Poesía, Sociedad Uruguaya de Filosofía, Universidad de Winsconsin, Editorial Losada, ONU, Museo Británico, Galería de Salamanca, Academia de Letras Argentina y Academia Sueca, entre otros.
Los documentos que forman parte de su correspondencia ascienden a más de mil, firmados por personas destacadas del medio nacional como internacional.
A continuación, para dar cuenta del amplio número de corresponasales con los que se escribió, destacamos algunos de ellos: Vicente Aleixandre, Enrique Amorím, Amado Alonso, Arturo Ardao, Enrique Arman Ugón, Enrique Arocena, Ángel Asturias, Germán Barbato, Javier Barrios Amorín, Tomás Berreta, Miguel Blanco Acevedo, Mario Cassinoni, Guido Castillo, Manuel Arturo Claps, Enriqueta Compte y Riqué, Osvaldo Crispo Acosta, Eugenio Coseriu, Ernest Curtius, Luis Alberto de Herrera, Guillermo de Torre, Federico de Onís, Eugenio d'Ors, Sabat Ercasty, Pedro Figari, Luis Guillot, Roberto Ibáñez, Pedro Leandro Ipuche, Alberto Lasplaces, Carlos Lussich, Gabriela Mistral, Francisco Miró, Rodolfo Mondolfo, Juvenal Ortiz Saralegui, Ricardo Paseyro, Enrique Puchet, José Pedro Puig, Eugenio Petit Muñoz, Carlos Quijano, Carlos M. Rama, Dardo Regules Alfonso Reyes, Carlos. M. Reyles, Antonio Sempere, Jules Supervielle, Susana Soca, Rodolfo Tálice, Joaquín Torres García, Isabel Sesto, José Vasconcellos, Carlos Vaz Ferreira, Sara Vaz Ferreira, Idea Vilariño, Justino Zavala Muniz.
El vínculo epistolar con Juana de Ibarbourou y con Esther de Cáceres merece una valoración especial, dado su caudal y su cercanía afectiva. Ambas poetas destacan con vehemencia su admiración y amistad, es así que sus notas no dejan de llegar a propósito de cada nueva publicación de Oribe, con su respectiva valoración, como también para contarle sobre los viajes que estaban realizando. El vínculo con Juana es prolongado en el tiempo y se remonta a la infancia compartida en Melo, quizás por este motivo el tono de sus cartas recorre los matices de la admiración, la frescura, la complicidad y la confianza. La primera carta que se conserva está fechada en el año 1919; en cuanto a Esther, el vínculo amistoso comienza en la adultez y la primera correspondencia se ubica en el año 1950.
Los registros denotan un vínculo estrecho de amistad al que recurren cuando se trata de pedir consejo a la hora de participar como jurados en concursos literarios. También se invitan mutuamente a asistir a jornadas literarias, a oficiar de intermediarios para enviar ejemplares de sus respectivos trabajos a distintos autores conocidos por uno o por otro. Estimulan sus publicaciones y se transforman en apoyo cuando entienden que las críticas periodísticas sobre su obra no resultan del todo benévolas. Se percibe confianza y complicidad al referirse al ámbito intelectual. Se visitan, envían cariños a los integrantes de sus familias.
En el caso de Juana en casi todas sus cartas siempre incluye saludos a Maruja y «a los chicos», y se alegra de ver feliz a su amigo. Con Esther la dinámica es distinta. En general los escritos responden a la nostalgia de la poeta por la presencia de Oribe, por ejemplo, mientras viaja lo recuerda en cada detalle de luz o en el color de cada flor que contempla. Esther comenta a Emilio cada particularidad que percibe bella o digna de la atención de un alma sensible y se lamenta por la imposibilidad de disfrutarlo en su compañía.
Las siguientes imágenes son elocuentes al respecto de la presencia de Oribe como intelectual en la escena cultural nacional e internacional.