Inquieta juventud
Presentación
La exposición tiene como columna vertebral los diarios de adolescencia de Ibero Gutiérrez –algunas de sus páginas se dieron a conocer en la muestra Ibero Gutiérrez. Juventud, arte y política, que el Museo de la Memoria (MUME) llevó adelante en 2009– que Sara Gutiérrez, su hermana, brinda generosamente para que esta exposición se realice.
Estos cuadernos convierten a los lectores en testigos de la efervescencia de intereses que tuvo el joven y proyectan al artista multimedial, a quien todo lo atrae. Ibero Gutiérrez es al mismo tiempo pintor, cronista, fotógrafo, crítico de plástica, cine y teatro. El recorte temporal que marcan los cuadernos no impide situarlos en contigüidad con otros momentos significativos.
El primer cuaderno abarca el período comprendido entre el 22 de julio de 1964 y el 15 de junio de 1965, y el segundo va desde el 16 de junio hasta el 9 de noviembre de 1965. Las páginas se traducen en dos conjuntos de 84 y 110 imágenes digitalizadas que corresponden a cada volumen y de las cuales desplegamos 47 a lo largo de la exposición, no obstante en el apartado Para leer se encuentran los diaros completos.
El valor de estos documentos radica en ser testimonio fiel del proceso de contacto y experimentación con lo artístico, primordialmente con la pintura, que Gutiérrez lleva adelante. Junto con el registro de sus intereses personales se filtran en las páginas los avatares del mundo local e internacional. El diario recoge retazos de la vida cultural a la que el joven tiene acceso: programas de televisión, exposiciones de arte, cine, conciertos en el Sodre, lecturas, The Beatles, y al mismo tiempo irrumpen en sus páginas las referencias a las huelgas, las subas de precios, los apagones, la ruptura de relaciones de Uruguay con Cuba, la visita de De Gaulle, la carrera espacial, las Medidas Prontas de Seguridad y los rumores del golpe de Estado.
Ibero sobre sí mismo
En 1965 Ibero Gutiérrez dibuja a la témpera su autorretrato en rojo y negro, colores que predominan en varias de sus obras. El Autorretrato se ha convertido en imagen icónica del artista, sin embargo, en 1964 ya había ensayado otra forma de retrato y para ello confeccionó una ficha o suerte de identikit en que estampó su huella digital a modo de documento oficial.
A lo largo de los cuadernos se aprecian varios momentos en que explícitamente aflora la conciencia del autor sobre sí mismo y sus creaciones. En la siguiente imagen la ficha personal está escrita a continuación de un poema al que no duda en calificar de cursi.
A propósito de este punto, Luis Bravo reflexiona lo siguente:
«El 25.10, cuando la dinámica escritural se percibe cada vez más suelta y creativa, aparece la forma poética del verso. El hallazgo consiste en que se trata del primer poema de Ibero Gutiérrez del que se tenga registro hasta el presente. Escrito en primavera, la figuración poética apunta a las metamorfosis cósmicas, vegetales y cromáticas en el pasaje verano-otoño-invierno. […] Saltan a la vista los dos recuadros en los que descalifica su poema. Uno dice: “Hecho en un ataque de cursilería”; el siguiente, más autoparódico: “Premio al poema cursi del año”. Si se observa bien, se verá que al título “Poema” se le agregó después el adjetivo “cursi”, que tiene otro tono de tinta y otro tipo de letra» (Bravo, 2011: 95-96).
A continuación del poema, Gutiérrez recurre al formato ficha para describirse con seguridad en algunos aspectos como la edad, altura, talle del calzado, entre otros. En este contexto el ítem que se destaca es el de «firma artística» para lo que diseña un monograma con las iniciales IG y con este gesto asume la condición de artista, condición que hace a su identidad.
La ficha dice mucho del adolescente que apunta sus rasgos visibles al igual que aquellos que hacen a su ser en el mundo, su filiación religiosa y su rol de artista. Atender al ítem de la firma es clave porque obliga al lector a detenerse en la forma y variantes con las que el autor se nombra durante el lapso de tiempo que abarcan los diarios: I. Gutiérrez, IG, Ibero. Estas marcas resultan, entre otras, indicios del proceso de construcción de su identidad como individuo y como artista. Evolución de la que se muestra consciente cuando en la entrada del 23 de junio de 1965 afirma lo siguiente: «Cuando era pequeño y no podía ir a la escuela lloraba, ahora leo».
Ibero presenta su diario
En la portada del primer cuaderno –en una intervención posterior– el autor comenta que estos apuntes son reflejo de una etapa de su vida de la que quiere preservar su frescura y autenticidad, de allí su reticencia a realizar correcciones. De esta forma, se hace patente una conciencia de autor y de archivo personal, puesto que la anotación supone las operaciones de releer y valorar los cuadernos en tanto testimonio.
Esta temprana conciencia se manifiesta en varias ocasiones referida a su rol de artista, pero también a su rol como cronista que se propone dejar constancia de todo aquello que sucede y que podrá ser leído como documento en el futuro. Es así que los cuadernos que nacen como diario poco a poco se transforman en memorias. Como señaló Philippe Lejeune, al querer definir la autobiografía, las escrituras del yo son porosas y en ellas confluyen la narración, el discurso, el autorretrato, la vida individual, la crónica, la historia social y política. «Se trata de una cuestión de proporción o, más bien, de jerarquía: hay zonas naturales de transición con los otros géneros de la literatura íntima (memorias, diario, ensayo) y el clasificador goza de cierta libertad a la hora de examinar cada caso particular» (Lejeune, 1994: 51).
Posibles recorridos de lectura
Toda escritura permite ser abordada de diferentes maneras, aquí se proponen algunos recorridos posibles, no siempre lineales porque, al igual que sucede en la ciudad, las calles se cruzan, las personas se encuentran y caminan trechos en compañía, es así que –en más de una ocasión– veremos en un mismo fragmento distintos intereses que confluyen en la misma página como confluyen en el mismo sujeto. Un caso es la convivencia y diálogo entre pintura y escritura. Diálogo que se manifiesta ya sea mediante la coexistencia del dibujo y de la escritura, ya sea porque la escritura asume una forma de describir que se asemeja a lo pictórico, por ejemplo «...está nublado y hace frío. El cielo está totalmente cubierto por densas nubes de frío que avanzan de suroeste a noreste. Los días como hoy lo fusionan todo: no hay gran cantidad de colores, como en los días de sol, sino que toman un aspecto común» (Libro II, 13 de mayo de 1965).
Pasaje de diario íntimo a revista pública
Estas cuatro entradas marcan mojones en el tratamiento y reflexión sobre la escritura diarística. El Libro I comienza siendo estrictamente un diario, puesto que en él Ibero registra las actividades día a día y, sobre todo, registra aquello que lo ubica como protagonista. Luego, la escritura adquiere la fisonomía de las memorias –donde aquello que estaba en segundo plano o era mero escenario cobra importancia– y el antiguo protagonista pasa a ser casi una excusa para dar cuenta del momento histórico. De este modo «el querido diario» pasa a ser «querido libro». En la última imagen el autor declara cuál es la proporción que le corresponde: «[...] este diario está hecho en un 20% para mí, lo que lo convierte en un libro o semilibro. El diario es cien x cien propio y privado, pero esto es como una revista pública de meditaciones, juegos lingüísticos, etc. que se confabulan libremente».