Palabras de Luis Bravo
El diarista, el artista autodidacta, y el escritor incipiente
Desde que en 1985 comenzamos a trabajar en el archivo de Ibero Gutiérrez junto a la Prof. Laura Oreggioni, la lectura de su «diario» de adolescencia se nos presentó como una prodigiosa fuente de conocimiento para acercarnos, de primerísima mano, a la forja de su personalidad intelectual y artística. Esa misma oportunidad tienen ahora los lectonautas de esta Exposición Virtual que las investigadoras Alejandra Dopico y Vanesa Artasánchez concibieron de manera multimedial. En la misma integran manuscritos, diversas piezas de artes visuales (óleos, collages, fotografía), así como los audios que hacen a la banda sonora de aquellos tiempos, y a la que el diarista refiere a lo largo de sus escritos.
El «diario» está conformado por dos volúmenes que el quinceañero denominó Libro I y Libro II, abarcando un período total de unos 15 meses, entre el 22 de julio de 1964 y el 9 de noviembre de 1965. En ese breve lapso se pueden apreciar, sin embargo, varios cambios significativos en el diarista. Es como si lo viéramos madurar velozmente y en varios planos a la vez. Varían los objetivos del «diario», se percibe la capacidad de elección de las noticias como si se fuera agudizando una prematura vocación periodística, y, en general, la escritura excede lo confesional para dar lugar a una incipiente mirada crítica que abarca varios campos culturales. Es destacable la disciplina del adolescente que, en esos pocos meses se inicia en la conciencia de la escritura como fenómeno, percibiéndose su autoeducación en la mirada estética. A la vez, sus reflexiones sobre la temporalidad, que la propia naturaleza del «diario» propicia, lo llevan a introspecciones en las que asoma un modo de pensar desde lo filosófico. En el centro de su interés está el estudio de la historia de la pintura, pero él mismo descubre que antes que nada su mayor placer es dibujar y pintar, probar diferentes materiales, y explorar diversos estilos que él mismo se propone.
Uno de los hechos más conmovedores es su relato de la primera exposición de sus producciones plásticas. La misma tuvo lugar en el espacio doméstico convertido en galería, y contó hasta con su propio vernissage. Los materiales se expusieron desde la escalera que conducía a su dormitorio, que fue el espacio principal de la muestra. En esta se hicieron presentes familiares y amigos. La música para ambientar el evento fue elegida por él mismo, en relación a la estética de sus cuadros. En la crónica del evento evalúa la recepción de varios de los asistentes, perfilando su agudeza para la observación psicológica, pero a la vez poniendo sobre el tapete una interesante discusión estética sobre el arte abstracto, más rupturista, confrontando las miradas más convencionales.
En una «advertencia» agregada en la hoja interna de la carátula frontal del Libro I, escrita luego de finalizar ambos libros, se constata la transfiguración que fue imprimiéndole al diario, así como su apertura a que este, algún día, pudiese ser leído por otros lectores. Es cuando el texto proyecta la riqueza de una escritura en la que alternan varias tipologías: crónica, crítica de arte, introspección, noticias, reflexiones teóricas y filosóficas.
«Advertencia: Quien lea este libro hallará que las páginas están hechas con un lenguaje infantil. Las frases están mal construidas y las palabras se repiten dando una mala impresión del autor. Quise hacerlo así porque así es como logro la espontaneidad del pensamiento. Salvo escasas excepciones las cláusulas están construidas sin pensar cómo hacerlo, cuando pensamos, no pensamos en construcciones lógicas, es decir, sujeto, verbo y complemento. Aquí se rompen todas esas leyes. También encontrarán faltas de ortografía, pero yo quiero que las halla [sic]. Cuando lo lea profundice y no se quede en lo superficial. Si no lo hace hallará poca cosa en este diario, si sabe buscar, encontrará un mundo infinito, tan bello y puro…
Aquí se verá mi verdadero «yo» de cuando tenía quince años, un yo infantil, que es toda la infantilidad, que ha sido desalojada para quedar en lo subconconciente [sic], y que sólo este diario logra sacar a flote.
Otra advertencia es, que quien lea este libro (I o II) deberá hacerlo por órden [sic], es decir, de principio a fin, pero no salteado; si fuera así perderá todo lo interesante que pueda tener».
El diario ha derivado en libro y, por tanto, hay un escritor en ciernes. Son varios los aspectos a destacar en tal sentido. Primero, el proponerse captar «la espontaneidad del pensamiento», que marca una notable diferencia con la habitual espontaneidad de sentimientos, característica de los diarios adolescentes. Segundo, las limitaciones de lenguaje, incluidas las faltas ortográficas, como reflejo lingüístico de ese «yo infantil» cuya inocencia «ha sido desalojada para quedar en lo subconsciente». Leer en profundidad y no solamente en la superficie es lo que le solicita a sus hipotéticos lectores. El diarista ha trasvasado el coto intimista del diario, convirtiendo a éste en un libro, siendo ya él mismo un escritor incipiente, y haciendo de nosotros sus actuales lectores cómplices. Por otra parte, el «mundo infinito» bien puede ser el juego especular que las páginas proponen en tanto reflejos de un sí mismo que irá transformándose en el tiempo. Es decir, el joven tiene conciencia de que el diario es el espejo puntual de un «yo» en permanente cambio, en tránsito vital. Lo inscripto en cada fecha del presente es sólo un indicio, un rastro que dará cuenta de facetas suyas, y del mundo, que servirán de referencia para lectores curiosos de conocimiento en el futuro. En tal sentido, Alba Platero calificó este diario de I.G. como un «arte de sí mismo», a partir del concepto de hypomnémata con el que Michel Foucault refiere a los cuadernos de escritura personal utilizados en la cultura grecorromana.
El Libro I abarca once meses y el Libro II apenas cuatro. En el primero el joven mantuvo la disciplina de escribir estrictamente una página por día. Siempre anota hora y minutos en que lo hace Esto lo cumplió sistemáticamente casi hasta el final, siendo significativo que la primera excepción a esa regla ocurra el día en que cumple 15 años (23 de setiembre, 1964). A partir de marzo de 1965 el diarista no volverá a ceñirse a esa modalidad, sino que escribirá más libremente, salteándose días. El 16.5.1965 expone los temas y la orientación de tipo periodístico que desarrollará en el segundo libro:
«Domingo 16 de mayo
h.18.46m. Creo que la misión de este diario no es solo la de aprisionar el tiempo personal, sino también de dejar constancia en estas páginas blancas, la historia y el momento actual de nuestro país. Intentaré hacerlo hablando de los movimientos pictóricos actuales, que un día serán historia, a la vez que señale las obras teatrales vanguardistas, sin dejar de lado el cine».
Se percibe cómo expande el horizonte de sus intereses, y cómo concibe la vida cultural como un fenómeno integral que integra varias manifestaciones artísticas, así como varios soportes mediales, incluyendo algunos programas televisivos, por entonces, de consumo masivo. Sin embargo, el poner en un primer plano «los movimientos pictóricos» confirma que es este el arte desde donde cultiva y afina su percepción que luego traslada a otros lenguajes, como la fotografía y el cine. El estudio de la pintura a través de la colección Pinacoteca de los Genios, el ir conociendo a los artistas plásticos uruguayos del presente (destacando a su mentor y profesor Germán Cabrera, y su admiración por Nelson Ramos), el asistir a exposiciones comentadas por él mismo en actitud de crítico, el leer y archivar las críticas de arte de la prensa escrita (Marcha y El País son los medios nombrados) conforma toda una actividad que, en conjunto, hace a su faceta formativa intelectual, siendo a la vez un documento histórico. A esto se le agrega la práctica creativa. El aprender a comprar los materiales para su tarea como dibujante y pintor, el haber convertido su dormitorio en un espacio de taller, el probar técnicas y soportes diversos, el desafiarse a experimentar, y el interesarse por la recepción de sus piezas visuales por parte de familiares y amigos, son todas las vertientes que en torno a las artes plásticas despliega este diario que es, por tanto, el de un joven artista autodidacta.
En ese situarse en el presente que caracteriza al diario genéricamente (a diferencia de otras escrituras del yo, como Memorias y Cartas) el adolescente acometerá un precoz intento por delinear juicios estéticos, y por reflexionar sobre la naturaleza misma del fenómeno artístico. Esto se vincula con la otra vocación que asoma en 1965, cuando el 9 de mayo dice: «Filosofía es la materia que más me gusta y en la que mejor me va».
La preocupación por vincular el presente con la agitación cultural es un signo de los tiempos. Es cuando el mundo, mediante el uso creciente de tecnologías propias de la «era espacial» (de la que Ibero es muy consciente) comienza a volverse una «aldea global», según Marshall McLuhan en La galaxia Gutenberg (1962). Mucho del prodigioso estallido de creatividad de la década del 60 está presente en este diario. En tal sentido es un documento epocal de notable consistencia. Además, quien lo escribe pertenece a la incipiente generación que intentará dar cuerpo a los sueños e ideales de transformación que atraviesan múltiples campos: artes, pensamiento religioso, orden político, movilidad social, nuevas concepciones de la sexualidad. Para la reciente historia uruguaya este diario de Ibero es un preciado legado para comprender lo que aquella juventud, de precoz madurez, aspiró a cambiar del mundo en que vivía. Y es, a la vez, el espacio de praxis escritural que dará paso, de inmediato, a la composición de piezas dramáticas (él mismo anuncia la primera obra que escribe), para luego dar lugar a la poesía.
Esta Exposición Virtual, elaborada con rigor y, a la vez, con creatividad por parte de las investigadoras mencionadas, permite a los lectores asomarse al contexto de una década clave de la contracultura juvenil, así como a los primeros escritos de un artista que fue un lúcido testigo, pero también un hacedor de ese tiempo histórico.
El archivo de Ibero Gutiérrez, que ingresó en custodia de la Biblioteca Nacional en 2015, gracias a la gestión de su entonces director Carlos Liscano, tiene ahora por primera vez, y gracias al apoyo del actual director Valentín Trujillo, la oportunidad de mostrar esta faceta inicial del artista adolescente quien, en los siguientes siete años, escribirá una prolífica y removedora obra. De esta manera su legado se sigue incorporando, con todo merecimiento y justicia poética, al acervo de la literatura uruguaya.
Luis Bravo, 21 de setiembre 2022.